domingo, 23 de octubre de 2016

Sobre el Burn Out - O Sindrome de la Cabeza Quemada

Este texto se escribió en 2007. Al final del mismo pueden encontrar una reflexión sobre el sindrome de burn out realizada por el Dr. Carlos Alhadeff, medico psiquiatra y psicoanalista muy apropiada y que aclara el tema a la perfeccion. 


Los mal nacidos de guante blanco están entre nosotros y han venido para quedarse

Son una nueva raza. Aunque la historia dice que no son tan nuevos. Hubo atisbos de esta nueva generación post yuppie en los tempranos setentas y mediados de los ochenta donde estos estuvieron en su esplendor.  Ahora, mas viejos, han mutado a esta nueva raza que mi padre solía llamar: “los licenciados en hijos de mala madre”, pero que, actualmente,  no solo se han licenciado, se han doctorado y con honores, y algunos hasta tienen algún MBA o postgrado internacional de renombre que los hace aun más efectivos y siniestros.
 Son mal nacidos con una educación envidiable, creo que Maquiavello al escribir el príncipe dio una primera semblanza, pero los alumnos suelen superar – con creces – al maestro como en este caso.  Aquí esta gente son  refinadas personas sin distinción de sexo, merodeando los 35/40  años. Siempre impecables, siempre bien vestidos con las mejores marcas de lo que sea: ropa, zapatos, alhajas, carteras, autos.  Sus esposos o esposas son de catálogo.  Ellos exitosísimos, ellas excelentes paridoras de rubios hijos que se educan en los mejores colegios de zona norte (por supuesto)  y son criados por la mucama de turno.  Eso en el caso de ser casados que a cierta edad esta “bien”. Pero hay algo que los une sin importar el estado civil: la implacable frialdad con que se mueven en todos los ámbitos de la vida pero sobre todo en el ámbito laboral.
A veces cuando voy a la casa central de la empresa donde trabajo, me pregunto: que piensa esta gente que impecable y silenciosamente se desliza por las escaleras, subiendo y bajando papel (y botella de agua mineral) en mano. La amabilidad, repito, cunde, la buena educación de saludarse rangos superiores con los soldados rasos es moneda corriente... sobre todo cuanto esta alguien que te ve: es una forma de mostrar lo mundano y abierto de mente que son, y al pobre perejil que es saludado se siente Gardel porque uno de los capos le dijo buen día, tus cosas bien? Esto en la cabeza de una persona de 21 años, recién salido del cascaron, que comienza una educación universitaria y de la otra  que le dijeron que trabajando  y con esfuerzo casi lindante con la explotación va a llegar a ser como el que lo saluda, con su traje Armani y su corbatita traída del ultimo viaje a Europa, quiere llegar a ser como ellos.  Lo que no sabe es que va camino a convertirse en una maquina fría, calculadora, lapidaria, sin escrúpulos, soberbia a mas no poder, que van a poner los intereses suyos y los de la compañía por supuesto por encima de todo y que para llegar va a aplastar cuanta cabeza este a su alrededor.
Cuando hay que dar buenas noticias, son los primeros: te mandan una salutación para tu cumpleaños,  te mandan un mail cuanto te recibís en la facultad o aún pasan por la iglesia el día de tu boda. Pero todo es para figurar nada de ello sale desde el fondo del corazón o del afecto.   Y sobre todo cuando tu carrera esta en alza, es decir estas creciendo en la empresa pero aun no te transformaste en amenaza.  Como uno se transforma en amenaza: cuando tiene ambiciones que puedes desestabilizar a los de arriba o cuando tenés pensamiento propio,  esto último es lo mas peligroso que puede pasar. Ellos quieren que veas la pared verde, esa que vos sabes que esta pintada de rosa y ellos pretenden que vos digas: si es verde...ahora en cuanto se dan cuenta que vos decís que es verde para que te dejen de fastidiar  y ellos se dieron cuenta que vos sabes que es rosa: allí amigo mío ha comenzado el fin de tu carrera.  Entonces que pasa...nada y todo, te dejan de lado, te tocan los peores sectores, la peor gente para trabajar o como también decía mi papá te toca bailar con la mas fea, o el mas feo si sos mujer....
 Y por ahí, tenés un jefe 20 años menor que vos que te dice , amable y solapadamente, que no sabes nada, que no llegaste a los números, números que ya eran inalcanzables desde la primera hora, y cuando vos intentás decirles esto te enrostran que otros llegan: alguien analizó como?.  Ahí tenés dos opciones: o hacerte el Robin Hood o redoblar los esfuerzos, irte a tu casa a las 8 de la noche cuando tu horario de salida son las 6, ir a trabajar con tus hijos enfermos o vos enfermo hasta que decís basta y no das mas.  En ese caso, cuando hablas con tu jefe, él, con su traje impecable y su gélida sonrisa te dice  las opciones para que tu vida sea mas  tranquila: degradarte a que hagas el trabajo que hacías hace 9 años atrás (que es parecido al de ahora pero por lo menos los miserables laureles que podemos conseguir son propios y no se los adjudica impunemente tu jefe) o cambiarte de sector a uno donde están a mil  y trabajan sábados y hasta domingos o recordarte que en la empresa hay un retiro voluntario que te puede dar un ahorro y un programa de “outplacement” para que consigas trabajo, “pensa que el año que viene esto va a ser peor y no va  a haber plata” siempre va a haber plata para sacarse a un clavo de encima y poner a uno “de los de ellos” que aún no se transformó en peligroso porque la sed de ambición es mas fuerte que el ver mas allá de tu nariz y darte cuenta que es lo que te espera en el futuro: ahora que estas arriba, en algún momento vas a ser descartable. Divorciada, con dos hijos y casi 48 años...quien me va a tomar en esta sociedad exitista que solo los menores de 40 sirven para algo el resto son , inservibles, viejos, quejosos, no comprometidos con los objetivos de la compañía o mejor: no estas motivado... bah...
Y todo como si nada, la vida sigue y vos salís de la oficina con una doble sensación: no puede ser TAN hijo de mala madre o mas aún, que buena forma de levantarte la autoestima: estas hecha pedazos por trabajar como enajenada sin ponerle limites al trabajo, ni a la gente que tenes a cargo que esta tan o mas harta que vos, porque por lo menos vos sos el jefe, ellos son los que tienen que hacer el trabajo aun mas sucio que el tuyo y ahora que estas hecho un desastre:  renunciá que hay plata.  Entonces uno lee, y se da cuenta cuando comienza terapia que esta “con la cabeza quemada”. Y mientras te tomaste el resto de tus vacaciones te llamaban por teléfono para ver como estabas, pero ahora que te fuiste a RRHH y presentaste un certificado medico donde tu medico (y cuanto mas consultaste de la especialidad de creas te dice que pares) te da 30 dias de licencia...silencio total de radio, le dejas un mensaje para contarle que estas viva y...nada...
 O sea,  cuando uno deja de serles útiles, chau, cuando uno puede transformarse en un obstáculo, en una molestia, en un problema, chau, nadie llama, nadie se ocupa, a nadie le importa y según ellos te dejan es espacio para que te recuperes y puedas volver a los  garfios de esta gente  para seguir fastidiándote la vida. Este silencio es el castigo por no ser como ellos, por tener moral, y buenas costumbres y por rebelarse ante la idea de ser una porquería de persona.
Es momento de pensar que en esta o cualquier otra empresa, las cosas son iguales, el tema es  uno darse cuenta como son,   y tomar la decisión que como no queda otra hay que quedarse (mas vale malo y conocido decía mi papa...), hacerse a la idea que el trabajo paga la luz, el gas el teléfono, que sos un número para ellos, que son todos sin excepción falsos, que cuando te felicitan  no te la creas y cuando te llaman al orden de malos modos (como siempre) secretamente acordate de la última noche que pasaste con tu pareja en donde el sexo fue mas que perfecto, la noche increíble, el conjuntito de ropa interior les duró a ambos no mas de cinco segundos y pensá que mientras vos vivías ese momento increíble ellos estaban en la blackberry mandándote mas trabajo para el lunes., en vez de disfrutar de lo único que importa en la vida: los afectos....
                                     
Escrito durante mi licencia por tener “la cabeza quemada” o como diría mi amiga Anita: podrida...

El miedo al trabajo (Carlos Alhadeff)
Expresiones claves: Saludable miedo al trabajo, empresas golpeadoras, dignidad, prescripción de licencia.

Cuando alguien sentencia que “El trabajo es salud” la afirmación suele ser aprobada por quienes la escuchan. Sin embargo también es archiconocido aquello De “Si el trabajo es salud, que trabajen los enfermos” Aunque son pocos quienes se atreven a decirlo en público; esta última afirmación parece acorde con los tiempos en que vivimos.
Hoy en día quienes trabajan suelen estar afectados por todo tipo de patologías y muchas de ellas guardan estricta relación con el ámbito laboral en que se desenvuelve el sujeto afectado.
Se enferma por exceso quien tiene trabajo y por su ausencia el que no lo tiene. Se enferma de stress, de enfermedades psicosomáticas, de tristeza, de lo que se conoce como Burn Out o Desgaste profesional. “El trabajo es salud”, es entonces un mito que enferma.
Tal vez el mayor daño que el trabajo y la necesidad de trabajar pueden causar es la pérdida de la dignidad, es decir el sometimiento.
La explotación  no  es un hecho nuevo en el mundo, sin embargo en los últimos tiempos asistimos a un novedoso concepto en el campo del enriquecimiento de unos pocos a costa de muchos; la idea de que exigiendo desmedidamente al empleado, los resultados habrán de ser mejores.
Juan es excelente como vendedor de servicios de programas para computadoras, tanto es así que el año pasado la empresa lo envío a una convención de la compañía en la isla de Bali, como premio a su buen desempeño.
“Buen desempeño” llaman ahora a “llegar a los números”, es decir a desesperarse para conseguir que quienes se valen de los otros, tengan excelentes ganancias.
Este año, la suerte no lo acompañó a Juan y sus números cayeron. Esto le significo que su entrenador lo llamara al orden, pero no lo hizo en una reunión privada, sino frente a los compañeros de Juan.
Tu puesto corre peligro Juan, le dijo, vos sabés que podés dar más y no te estás esforzando lo suficiente, eso no es bueno y vas a fracasar otra vez
En un trabajo publicado en Sistemas Familiares Francisco Mele nos dice
“La reacción negativa al desprecio social puede ser la vergüenza, la rabia, y el desprecio e incluso, la pérdida de la autoestima y confianza en si mismo. La persona que ha experimentado el fracaso se avergüenza de si misma, se siente disminuida. El fracaso afecta el Yo Ideal de la persona. Dicha vergüenza se siente solamente en presencia de parteners reales o imaginarios, que asumen el rol de testimonios del Yo Ideal humillado. La persona avergonzada no se siente con derecho de afirmar los propios derechos” (Mele), 2008 Pag 30
El párrafo no tiene desperdicio.
 El autor abre paso a la subjetividad al referirse al Yo Ideal como definición de qué será considerado y qué no, como un fracaso.
Los terapeutas sistémicos sabemos que la cultura del consumo y la valoración del dinero, tiene cada vez más influencia en lo que podríamos llamar  el Yo Ideal.
El trabajo, es entonces  valorado en exceso. Se trata de un modo de obtener dinero para sobrevivir, pero también para poder consumir todo aquello que nos es mostrado como imprescindible. Si no se trabaja, no es posible acceder a esos bienes y si esto no es logrado, se está afuera. En ese caso, no se es sólo marginado de lo que podríamos llamar el sistema, se está fuera de la vida “Si no tenés tal o cual cosa, no existís”
Trabajo y dinero se constituyen así en algo más que un medio de vida; son casi sinónimos de existencia.
Permítaseme llamar  “empresas golpeadoras” a aquellas en las que muchos empleados como Juan se someten al empleador, tal como lo hace la mujer golpeada a su victimario.
La sociedad avala uno y otro sometimiento. En uno, señalando la importancia de conservar un trabajo; en el otro, pidiéndole  a la víctima que “aguante” para salvar la institución matrimonial o la familia.
Lo cierto es que Juan deberá esperar al menos un año y la ayuda del mundo global para lograr  mantener su puesto de trabajo y que su entrenador no vuelva a humillarlo y a profetizar su fracaso.
Es posible que entonces sea invitado a una nueva convención; lo que no podrá lograr es sentirse respetado como individuo. Deberá reconocer que esa parece ser una aspiración utópica en el sistema laboral actual. Un sistema donde se considera sano al que lo aguanta y enfermo a quien a veces, síntomas mediante, lo denuncia.

 Sin embargo, tal como enunciaba el slogan publicitario de una tarjeta de crédito “Pertenecer tiene sus privilegios” No importa demasiado si se pertenece a una empresa con directivos inescrupulosos, pero hay que pertenecer a algún grupo con poder.
Muchas personas no toleran trabajar en un lugar así y se ven afectadas por diversos síntomas; lo que las muestra poseedoras de una salud ética para nada despreciable.
Lamentablemente aún hoy muchos profesionales continúan ignorando al contexto en que se desenvuelve el consultante y se limitan a diagnosticar de acuerdo a manuales estandarizados, que no hacen otra cosa que cosificar al paciente  y hacerlo sentir como un enfermo.
En realidad esos síntomas son un modo de proteger la integridad física y psíquica de las víctimas de esas empresas golpeadoras. Mente y cuerpo envían un mensaje que pareciera decir “no pierdas tu dignidad, no te sometas a la crueldad, tu salud está primero”
Las formas en que ese mensaje se expresa son diversas. A veces lo hace a través de crisis de angustia, fobias o depresión, que será muchas veces tratadas como problemas que anidan dentro del paciente, como algo enfermo, ignorando que se trata de un “Saludable miedo al trabajo”
 El profesional actuante se limitará entonces a medicar a la víctima (nótese que evito la palabra enfermo) y efectuar una psicoterapia centrada en lo que el consultante debe cambiar  para  poder restituirse a la brevedad al lugar que le ha causado la afección.
Si trasladáramos esto a la clínica médica sería como proponerle a quien padece de hipercolesterolemia que ingiera alimentos ricos en grasas animales. Un verdadero despropósito.
Me atrevo a afirmar que en la actualidad las condiciones de trabajo son el factor causante de una enorme cantidad de padecimientos psíquicos.
Por suerte algunas veces se expresan de manera clara para quienes tenemos experiencia en considerar al contexto del consultante como el origen de su padecer. Son los casos en que el paciente refiere gran angustia al levantarse, insomnio, tensión permanente en el lugar de trabajo, cansancio a poco de comenzar su actividad y una sensación profunda de falta de libertad, que se expresan como ahogos. Síntomas todos estos, que suelen desaparecer los fines de semana.
Es a éste conjunto de síntomas al que he designado como el “Saludable miedo al trabajo"
Cuando alguna víctima de estas empresas golpeadoras me consulta, la primera medida que tomo es prescribirle una licencia de por lo menos treinta días, una psicoterapia centrada en el motivo de consulta y contextualizada en su situación laboral. Si es necesario indico psicofármacos para calmar el padecimiento del consultante y no para que se reintegre a trabajar a la brevedad.
Mi alianza siempre es con el consultante, jamás con los poderosos que de él se valen, se trate de empresas privadas o estatales



No hay comentarios: