Este texto se escribió en 2007. Al final del mismo pueden encontrar una reflexión sobre el sindrome de burn out realizada por el Dr. Carlos Alhadeff, medico psiquiatra y psicoanalista muy apropiada y que aclara el tema a la perfeccion.
Los mal nacidos de guante blanco
están entre nosotros y han venido para quedarse
Son una nueva raza. Aunque la
historia dice que no son tan nuevos. Hubo atisbos de esta nueva generación post
yuppie en los tempranos setentas y mediados de los ochenta donde estos
estuvieron en su esplendor. Ahora, mas
viejos, han mutado a esta nueva raza que mi padre solía llamar: “los
licenciados en hijos de mala madre”, pero que, actualmente, no solo se han licenciado, se han doctorado y
con honores, y algunos hasta tienen algún MBA o postgrado internacional de
renombre que los hace aun más efectivos y siniestros.
Son mal nacidos con una educación envidiable,
creo que Maquiavello al escribir el príncipe dio una primera semblanza, pero
los alumnos suelen superar – con creces – al maestro como en este caso. Aquí esta gente son refinadas personas sin distinción de sexo,
merodeando los 35/40 años. Siempre impecables,
siempre bien vestidos con las mejores marcas de lo que sea: ropa, zapatos,
alhajas, carteras, autos. Sus esposos o
esposas son de catálogo. Ellos
exitosísimos, ellas excelentes paridoras de rubios hijos que se educan en los
mejores colegios de zona norte (por supuesto)
y son criados por la mucama de turno.
Eso en el caso de ser casados que a cierta edad esta “bien”. Pero hay
algo que los une sin importar el estado civil: la implacable frialdad con que
se mueven en todos los ámbitos de la vida pero sobre todo en el ámbito laboral.
A veces cuando voy a la casa
central de la empresa donde trabajo, me pregunto: que piensa esta gente que
impecable y silenciosamente se desliza por las escaleras, subiendo y bajando
papel (y botella de agua mineral) en mano. La amabilidad, repito, cunde, la
buena educación de saludarse rangos superiores con los soldados rasos es moneda
corriente... sobre todo cuanto esta alguien que te ve: es una forma de mostrar
lo mundano y abierto de mente que son, y al pobre perejil que es saludado se
siente Gardel porque uno de los capos le dijo buen día, tus cosas bien? Esto en
la cabeza de una persona de 21 años, recién salido del cascaron, que comienza
una educación universitaria y de la otra
que le dijeron que trabajando y
con esfuerzo casi lindante con la explotación va a llegar a ser como el que lo
saluda, con su traje Armani y su corbatita traída del ultimo viaje a Europa,
quiere llegar a ser como ellos. Lo que
no sabe es que va camino a convertirse en una maquina fría, calculadora,
lapidaria, sin escrúpulos, soberbia a mas no poder, que van a poner los
intereses suyos y los de la compañía por supuesto por encima de todo y que para
llegar va a aplastar cuanta cabeza este a su alrededor.
Cuando hay que dar buenas
noticias, son los primeros: te mandan una salutación para tu cumpleaños, te mandan un mail cuanto te recibís en la
facultad o aún pasan por la iglesia el día de tu boda. Pero todo es para
figurar nada de ello sale desde el fondo del corazón o del afecto. Y sobre todo cuando tu carrera esta en alza,
es decir estas creciendo en la empresa pero aun no te transformaste en
amenaza. Como uno se transforma en
amenaza: cuando tiene ambiciones que puedes desestabilizar a los de arriba o
cuando tenés pensamiento propio, esto
último es lo mas peligroso que puede pasar. Ellos quieren que veas la pared
verde, esa que vos sabes que esta pintada de rosa y ellos pretenden que vos
digas: si es verde...ahora en cuanto se dan cuenta que vos decís que es verde
para que te dejen de fastidiar y ellos
se dieron cuenta que vos sabes que es rosa: allí amigo mío ha comenzado el fin
de tu carrera. Entonces que pasa...nada
y todo, te dejan de lado, te tocan los peores sectores, la peor gente para
trabajar o como también decía mi papá te toca bailar con la mas fea, o el mas
feo si sos mujer....
Y por ahí, tenés un jefe 20 años menor que vos
que te dice , amable y solapadamente, que no sabes nada, que no llegaste a los
números, números que ya eran inalcanzables desde la primera hora, y cuando vos
intentás decirles esto te enrostran que otros llegan: alguien analizó
como?. Ahí tenés dos opciones: o hacerte
el Robin Hood o redoblar los esfuerzos, irte a tu casa a las 8 de la noche
cuando tu horario de salida son las 6, ir a trabajar con tus hijos enfermos o
vos enfermo hasta que decís basta y no das mas.
En ese caso, cuando hablas con tu jefe, él, con su traje impecable y su
gélida sonrisa te dice las opciones para
que tu vida sea mas tranquila:
degradarte a que hagas el trabajo que hacías hace 9 años atrás (que es parecido
al de ahora pero por lo menos los miserables laureles que podemos conseguir son
propios y no se los adjudica impunemente tu jefe) o cambiarte de sector a uno
donde están a mil y trabajan sábados y
hasta domingos o recordarte que en la empresa hay un retiro voluntario que te
puede dar un ahorro y un programa de “outplacement” para que consigas trabajo,
“pensa que el año que viene esto va a ser peor y no va a haber plata” siempre va a haber plata para
sacarse a un clavo de encima y poner a uno “de los de ellos” que aún no se
transformó en peligroso porque la sed de ambición es mas fuerte que el ver mas
allá de tu nariz y darte cuenta que es lo que te espera en el futuro: ahora que
estas arriba, en algún momento vas a ser descartable. Divorciada, con dos hijos
y casi 48 años...quien me va a tomar en esta sociedad exitista que solo los
menores de 40 sirven para algo el resto son , inservibles, viejos, quejosos, no
comprometidos con los objetivos de la compañía o mejor: no estas motivado...
bah...
Y todo como si nada, la vida
sigue y vos salís de la oficina con una doble sensación: no puede ser TAN hijo
de mala madre o mas aún, que buena forma de levantarte la autoestima: estas
hecha pedazos por trabajar como enajenada sin ponerle limites al trabajo, ni a
la gente que tenes a cargo que esta tan o mas harta que vos, porque por lo
menos vos sos el jefe, ellos son los que tienen que hacer el trabajo aun mas
sucio que el tuyo y ahora que estas hecho un desastre: renunciá que hay plata. Entonces uno lee, y se da cuenta cuando
comienza terapia que esta “con la cabeza quemada”. Y mientras te tomaste el
resto de tus vacaciones te llamaban por teléfono para ver como estabas, pero
ahora que te fuiste a RRHH y presentaste un certificado medico donde tu medico
(y cuanto mas consultaste de la especialidad de creas te dice que pares) te da
30 dias de licencia...silencio total de radio, le dejas un mensaje para
contarle que estas viva y...nada...
O sea,
cuando uno deja de serles útiles, chau, cuando uno puede transformarse
en un obstáculo, en una molestia, en un problema, chau, nadie llama, nadie se
ocupa, a nadie le importa y según ellos te dejan es espacio para que te
recuperes y puedas volver a los garfios
de esta gente para seguir fastidiándote
la vida. Este silencio es el castigo por no ser como ellos, por tener moral, y
buenas costumbres y por rebelarse ante la idea de ser una porquería de persona.
Es momento de pensar que en esta
o cualquier otra empresa, las cosas son iguales, el tema es uno darse cuenta como son, y tomar la decisión que como no queda otra
hay que quedarse (mas vale malo y conocido decía mi papa...), hacerse a la idea
que el trabajo paga la luz, el gas el teléfono, que sos un número para ellos,
que son todos sin excepción falsos, que cuando te felicitan no te la creas y cuando te llaman al orden de
malos modos (como siempre) secretamente acordate de la última noche que pasaste
con tu pareja en donde el sexo fue mas que perfecto, la noche increíble, el
conjuntito de ropa interior les duró a ambos no mas de cinco segundos y pensá
que mientras vos vivías ese momento increíble ellos estaban en la blackberry
mandándote mas trabajo para el lunes., en vez de disfrutar de lo único que
importa en la vida: los afectos....
Escrito durante mi licencia por
tener “la cabeza quemada” o como diría mi amiga Anita: podrida...
El miedo al trabajo (Carlos
Alhadeff)
Expresiones claves: Saludable
miedo al trabajo, empresas golpeadoras, dignidad, prescripción de licencia.
Cuando alguien sentencia que “El
trabajo es salud” la afirmación suele ser aprobada por quienes la escuchan. Sin
embargo también es archiconocido aquello De “Si el trabajo es salud, que
trabajen los enfermos” Aunque son pocos quienes se atreven a decirlo en
público; esta última afirmación parece acorde con los tiempos en que vivimos.
Hoy en día quienes trabajan
suelen estar afectados por todo tipo de patologías y muchas de ellas guardan
estricta relación con el ámbito laboral en que se desenvuelve el sujeto
afectado.
Se enferma por exceso quien tiene
trabajo y por su ausencia el que no lo tiene. Se enferma de stress, de
enfermedades psicosomáticas, de tristeza, de lo que se conoce como Burn Out o
Desgaste profesional. “El trabajo es salud”, es entonces un mito que enferma.
Tal vez el mayor daño que el
trabajo y la necesidad de trabajar pueden causar es la pérdida de la dignidad,
es decir el sometimiento.
La explotación no es
un hecho nuevo en el mundo, sin embargo en los últimos tiempos asistimos a un
novedoso concepto en el campo del enriquecimiento de unos pocos a costa de muchos;
la idea de que exigiendo desmedidamente al empleado, los resultados habrán de
ser mejores.
Juan es excelente como vendedor
de servicios de programas para computadoras, tanto es así que el año pasado la
empresa lo envío a una convención de la compañía en la isla de Bali, como
premio a su buen desempeño.
“Buen desempeño” llaman ahora a
“llegar a los números”, es decir a desesperarse para conseguir que quienes se
valen de los otros, tengan excelentes ganancias.
Este año, la suerte no lo
acompañó a Juan y sus números cayeron. Esto le significo que su entrenador lo
llamara al orden, pero no lo hizo en una reunión privada, sino frente a los
compañeros de Juan.
Tu puesto corre peligro Juan, le
dijo, vos sabés que podés dar más y no te estás esforzando lo suficiente, eso
no es bueno y vas a fracasar otra vez
En un trabajo publicado en
Sistemas Familiares Francisco Mele nos dice
“La reacción negativa al
desprecio social puede ser la vergüenza, la rabia, y el desprecio e incluso, la
pérdida de la autoestima y confianza en si mismo. La persona que ha
experimentado el fracaso se avergüenza de si misma, se siente disminuida. El
fracaso afecta el Yo Ideal de la persona. Dicha vergüenza se siente solamente
en presencia de parteners reales o imaginarios, que asumen el rol de
testimonios del Yo Ideal humillado. La persona avergonzada no se siente con
derecho de afirmar los propios derechos” (Mele), 2008 Pag 30
El párrafo no tiene desperdicio.
El autor abre paso a la subjetividad al
referirse al Yo Ideal como definición de qué será considerado y qué no, como un
fracaso.
Los terapeutas sistémicos sabemos
que la cultura del consumo y la valoración del dinero, tiene cada vez más
influencia en lo que podríamos llamar el
Yo Ideal.
El trabajo, es entonces valorado en exceso. Se trata de un modo de
obtener dinero para sobrevivir, pero también para poder consumir todo aquello
que nos es mostrado como imprescindible. Si no se trabaja, no es posible
acceder a esos bienes y si esto no es logrado, se está afuera. En ese caso, no
se es sólo marginado de lo que podríamos llamar el sistema, se está fuera de la
vida “Si no tenés tal o cual cosa, no existís”
Trabajo y dinero se constituyen
así en algo más que un medio de vida; son casi sinónimos de existencia.
Permítaseme llamar “empresas golpeadoras” a aquellas en las que
muchos empleados como Juan se someten al empleador, tal como lo hace la mujer
golpeada a su victimario.
La sociedad avala uno y otro
sometimiento. En uno, señalando la importancia de conservar un trabajo; en el
otro, pidiéndole a la víctima que
“aguante” para salvar la institución matrimonial o la familia.
Lo cierto es que Juan deberá
esperar al menos un año y la ayuda del mundo global para lograr mantener su puesto de trabajo y que su
entrenador no vuelva a humillarlo y a profetizar su fracaso.
Es posible que entonces sea
invitado a una nueva convención; lo que no podrá lograr es sentirse respetado
como individuo. Deberá reconocer que esa parece ser una aspiración utópica en
el sistema laboral actual. Un sistema donde se considera sano al que lo aguanta
y enfermo a quien a veces, síntomas mediante, lo denuncia.
Sin embargo, tal como enunciaba el slogan
publicitario de una tarjeta de crédito “Pertenecer tiene sus privilegios” No
importa demasiado si se pertenece a una empresa con directivos inescrupulosos,
pero hay que pertenecer a algún grupo con poder.
Muchas personas no toleran
trabajar en un lugar así y se ven afectadas por diversos síntomas; lo que las
muestra poseedoras de una salud ética para nada despreciable.
Lamentablemente aún hoy muchos
profesionales continúan ignorando al contexto en que se desenvuelve el
consultante y se limitan a diagnosticar de acuerdo a manuales estandarizados,
que no hacen otra cosa que cosificar al paciente y hacerlo sentir como un enfermo.
En realidad esos síntomas son un
modo de proteger la integridad física y psíquica de las víctimas de esas
empresas golpeadoras. Mente y cuerpo envían un mensaje que pareciera decir “no
pierdas tu dignidad, no te sometas a la crueldad, tu salud está primero”
Las formas en que ese mensaje se
expresa son diversas. A veces lo hace a través de crisis de angustia, fobias o
depresión, que será muchas veces tratadas como problemas que anidan dentro del
paciente, como algo enfermo, ignorando que se trata de un “Saludable miedo al
trabajo”
El profesional actuante se limitará entonces a
medicar a la víctima (nótese que evito la palabra enfermo) y efectuar una
psicoterapia centrada en lo que el consultante debe cambiar para
poder restituirse a la brevedad al lugar que le ha causado la afección.
Si trasladáramos esto a la
clínica médica sería como proponerle a quien padece de hipercolesterolemia que
ingiera alimentos ricos en grasas animales. Un verdadero despropósito.
Me atrevo a afirmar que en la
actualidad las condiciones de trabajo son el factor causante de una enorme
cantidad de padecimientos psíquicos.
Por suerte algunas veces se
expresan de manera clara para quienes tenemos experiencia en considerar al
contexto del consultante como el origen de su padecer. Son los casos en que el
paciente refiere gran angustia al levantarse, insomnio, tensión permanente en
el lugar de trabajo, cansancio a poco de comenzar su actividad y una sensación
profunda de falta de libertad, que se expresan como ahogos. Síntomas todos
estos, que suelen desaparecer los fines de semana.
Es a éste conjunto de síntomas al
que he designado como el “Saludable miedo al trabajo"
Cuando alguna víctima de estas
empresas golpeadoras me consulta, la primera medida que tomo es prescribirle
una licencia de por lo menos treinta días, una psicoterapia centrada en el
motivo de consulta y contextualizada en su situación laboral. Si es necesario
indico psicofármacos para calmar el padecimiento del consultante y no para que
se reintegre a trabajar a la brevedad.
Mi alianza siempre es con el
consultante, jamás con los poderosos que de él se valen, se trate de empresas
privadas o estatales